domingo, 12 de septiembre de 2010

El diablo devora al que se deja devorar. Devora al que no entra a los cultos, no se discipula, no gana personas mediante una célula, pasa por donde no debe pasar, mira lo que no debe mirar, hace lo que no debe hacer y habla lo que no debe hablar. Lo devora porque todo esto se constituye en fortalezas o enclaves del diablo en nuestra vida que son para destrucción. Decidamos ir adelante "porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la desctrucción de fortalezas..."No nos dejemos devorar por el diablo,
Creyendo lo imposible:

Juan Germán Ortiz

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